Y con esta pregunta que nos hacemos a diario, y que a todo pulmón contestamos, “yo no” , nos lanzamos a andar los diferentes rumbos de la vida en este planeta que no deja de girar, en el modo que cada quien entiende o puede hacerlo para seguir caminando hacia esa meta, que nadie sabe cual carajo es.
Y entre los acompañantes o vecinos de vida, esos pobladores de esta tierra, y sus envídias, que son disparos a tus éxitos, seguimos nuestro propio rumbo del vivir, a pesar de las balas. Y no son la cantidad de disparos de los envidiosos, mal intensionados, sub-desarrollados seres, los cuales no se dan cuenta que cada vez que te disparan se van quedando sin arsenal, los que te van causando pequeñas heridas de amenazas de muerte, ¡no!, lo que amenaza más es aquellos que dicen estarán contigo de la boca para afuera y se convierten en sombras o turbulencias para añadirle ese pellizco a tu piel que te hace sentir solitariamente viva.
Esos, los pobladores del planeta más cercanos a tu vida te hacen el reto más sustancioso para que sepas que vivir no es seguir, ni dejarse llevar por la corriente que los arrastra a todos, más bién es saber sujetar bien la mochila que llevas en la espalda, llena de posibilidades que te han dado las experiencias ya vividas, que en mi caso no han sido en vano.
Y nos hacemos los más bravos, y habemos unos cuantos que sí lo somos, y enfrentamos las cosas tal y como llegan, y no nos dejamos, aunque signifique aveces respirar más fuerte a punto de fatiga, pero aún así, exite el miedo a tener miedo.
Los verdaderos miedos, esos que te mueven el piso, esos miedos los que se llevan muy adentro, donde nadie los puede ni ver, ni palpar, ni siquiera sospechar, los mismos que al no saber que hacer con ellos, prefiero dejarlos huérfanos.
Simpre hay miedos en lo más profundo del ser, sin embargo habemos los que no nos conformamos con la realidad y siempre estaremos dispuestos a hacer algo para cambiarla, a pesar de esto.
Estamos dispuestos, estamos arraigados a la verdad, a la justicia, y los que seguiremos nadando sabiendo que o se logra lo luchado o se muere a la orilla, pero jamás a quedarme de manos cruzadas observando como todo se desmorona. Y es cuando me pongo firme, de pie, pues sentada no logro alcanzar nada. Y así me doy cuenta que mi miedo al miedo, soy yo misma. Y vuelvo y me pregunto, ¿quién dijo miedo?
¡Yo, no!
Sigue Girando Planeta
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